Un adelanto (II)

-No está aquí, Vic.

Antes de girarme ya he reconocido esa voz dulce y melosa.

Él está de pie contra el marco de la puerta del salón, serio, y con los ojos verdes llenos aún de legañas. De repente echo de menos su sonrisa, lo más bonito que tenía, tan grande y contundente que se le iluminaba la cara y hacía que te contagiaras cada vez que aparecía. Me acerco y él, instintivamente, abre los brazos. Han sido tantos años… Me dejo abrazar. Me reconforta reconocer su olor, que es tan sólo una mezcla entre su piel y su gel de ducha. Es tan familiar que me recuerda a aquellos días en los que salía de mi bañera aún con el pelo mojado, corría hasta mi cuarto, y escurría las gotitas que caían de su pelo sobre mi pecho desnudo, haciéndome gritar y reír. Apoya su barbilla en mi frente y deja su mano derecha en mi cabeza, enredando sus dedos en mechones de mi pelo. Casi como si necesitara tocarme. O como si no pudiera evitarlo.

-¿La has visto?

Como no me suelta, noto que duda. Se agacha ligeramente para susurrar en mi oído.

-Estuvo aquí anoche, pero se fue hace un par de horas sin decir nada. Yo la vi salir de puntillas con los zapatos en la mano cuando me levanté al baño.

Le doy las gracias, un beso en la comisura de los labios y la dudosa promesa de volver a llamarle…

C.

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