Uno de mis mayores placeres (GUILTY PLEASURE, GUILTY PLEASURE), es hacer maratones de series. Me flipa encontrar series nuevas que me enganchan y tragarme todos los capítulos de la temporada en dos o tres días de sofá y portátil. Y después lloro por las esquinas hasta que hay nueva temporada. (O porque terminan con un WTF enorme, como el último capítulo de la octava temporada de TBBT). Desgraciadamente mi ansia friki no puede ver cumplidas mis expectativas seriéfilas, pero como llevo un par de semanas pachucha por culpa de un catarro que derivó en bronquitis y asma, le he dado caña a Baby daddy (os lo juro, ME FLIPA) y a mi nuevo descubrimiento: The Leftovers (Ascensión)
Dejando de lado el hecho de que al señor de la foto y protagonista de la serie, Justin Theroux, le haría hijos y puñeteros destrozos en cualquier superficie horizontal que pilláramos de por medio, es lo mejor que he visto en mucho tiempo.
Partimos de la base de que ya en el primer capítulo nos presentan los cimientos de un misterio: El 2% de la población ha desaparecido. Sin embargo, Damon Lindelof, al que recordaremos sobre todo por PERDIDOS (Sí, también era muy fan), no pretende resolvernos nada, ni contarnos qué les ha pasado, ni siquiera si ha sido consecuencia de un rapto como el que ya anunció Homer Simpson. En lugar de eso, nos centramos en el 98% de la población restante. Los Leftovers. Las sobras. Y joder, que si basta con eso. Sectas, gente incapaz de avanzar, descenso a la locura y, sobre todo, la necesidad imperiosa de ver cómo se desarrollan las tramas, cada vez más complejas, cómo avanzan los personajes, cada vez más perturbados.
En definitiva, engancha. Engancha muchísimo, hasta el punto que ya da igual lo que le hayan pasado a los «desvanecidos». Bastante tenemos con meternos en la piel de los que se han quedado de una manera magistral como sólo Lindelof podría hacer.
Te adoramos, Damon. Óyenos. Y danos otras cinco o seis temporadas más.
C.
