Esta mañana leí en un conocido periódico un titular que rezaba -y cito literalmente- «Los sangrientos orígenes del Día Internacional de la Mujer«. Era un buen resumen de la lucha de los trabajadores, de la protesta de las mujeres y de una dispersión sangrienta que nos recuerda cuánto hemos tenido que pelear por la igualdad y la justicia social.
Sin embargo, aunque todo esto se traduzca en un aluvión en redes sociales de «no hay nada que felicitar el ocho de marzo», «todos los días son el día de la mujer», etc, yo quiero llevar la contraria. Yo sí quiero felicitar el ocho de marzo a todas las mujeres que me rodean.
El ocho de marzo, el día internacional de la mujer, es el mejor día del mundo para recordaros a todas que merece la pena seguir luchando. Que aquellas manifestaciones sangrientas sirvieron para luchar por nuestros derechos, por la igualdad, por la justicia social.
Por vosotras: madres, trabajadoras, amantes, amigas, que tenéis que pelear por la conciliación laboral y familiar como no tienen que hacerlo ellos. Por cada vez que nos sentimos orgullosas de esa amiga que logra ascender en una sociedad imperada por altos cargos gestionados por varones.
Por aquellos hombres que nos tratan como lo que somos, sus iguales, y de los que tengo el orgullo de rodearme. Porque yo os garantizo que existen hombres feministas que pelean por nosotras.
Porque cada mujer que sufre violencia de género, desigualdad profesional, salarial o pequeños actos de micromachismo debe recordarnos cuánto nos queda aún por guerrear en una sociedad que se niega a aceptar que hombres y mujeres debemos tener los mismos derechos y obligaciones.
Por cada vez que nos hemos sentido orgullosas de ser mujeres, ¡feliz ocho de marzo!
C.
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