Espíritu navideño

Lo reconozco. Me encanta la navidad. Entera, con sus virtudes y sus defectos. Me gusta que enciendan las luces el día dos de diciembre, y poner el árbol y el nacimiento durante el puente. Me gustan los anuncios de El Corte Inglés en octubre y las masificaciones de gente.

HO, HO, HO
HO, HO, HO

Me gusta el frío, tirarme horas eligiendo el regalo perfecto, comprar cada día un adorno navideño nuevo que colocar en casa. Las reuniones familiares, los críos dando grititos híper agudos por la calle. Escribir la carta a los Reyes, a mis treinta añazos, porque no quiero perder la ilusión. Intentar dejar el trabajo listo para no tener que trabajar el día 23 y poder dedicarlo a impregnarme de navidad. Los amigos invisibles, las cenas en casa de unos y otros. La tradicional cena de buenos amigos. La familia. La cabalgata, los gorros calentitos, el chocolate con churros. Los villancicos repetidos hasta la saciedad en todas partes. Pasarme medio diciembre sacando a pasear el gorrito de papá noel cada vez que puedo. El consumismo pensando en los demás. Las uvas en la plaza del ayuntamiento brindando con Freixenet en copas de plástico.

Sí, todos hemos visto hasta en la sopa la frase esa que dice «la Navidad no es lo mismo cuando empieza a haber ausencias en la mesa». Pues yo la disfruto. Por ellos, los que ya no están. Por los que sí me rodean cada año. Mis amigos, mi familia, mi chico. Porque merecemos ser felices, recordar buenos momentos y crear algunos nuevos. Por brindar con ellos,  por brindar por los que nos ven desde arriba, los que seguro, SEGURO, que nos quieren ver felices y recordándoles con amor y cariño, y no con la tristeza que transmite la frase de las ausencias.

Por nosotros, por vosotros. Por mí, por el año que está por venir, por los que ya no están y por los que llegan para quedarse…

¡¡¡FELICES FIESTAS!!!

C.

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